Durante las últimas semanas hemos estado sometidos a una indiscriminada exposición de noticias de actos de corrupción, en los que se encuentran involucrados prominentes funcionarios públicos. Y ante nuestros ojos, los imputados se fugan al extranjero, se deslizan por los tejados o se declaran locos.
El fenómeno no es nuevo, y no es exclusivo de la burocracia: Al finalizar el pasado siglo la corrupción en el Sistema Financiero destapó una cloaca que puso de manifiesto la profundidad de las operaciones y la poderosa red de individuos vinculados social y empresarialmente.
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